Discriminación e intolerancia religiosa

Los musulmanes sienten que son blanco (objeto y sujeto) constante de sospecha, lo que puede dar lugar a una mentalidad de asedio. Aunque la mayoría de las organizaciones musulmanas condenan sin paliativos los atentados, algunos medios de comunicación siguen responsabilizándoles de las bombas. Por un lado, se dice que la fe islámica en sí no tiene culpa de nada. Pero, por otra, la agenda antiterrorista (incluida la guerra) transmite de algún modo la idea de que la amenaza procede de la comunidad musulmana, y que ésta debe ser vigilada, controlada e investigada de cerca.

Está fuera de toda duda que los Gobiernos deben tomar todas las precauciones necesarias para evitar que actos terroristas como el producido el 13-N en París (o el 11-S en Nueva York, el 7-J en Londres o el 11-M en Madrid) vuelvan a suceder. Pero, al mismo tiempo, los Gobiernos no pueden seguir centrándose únicamente en la represión policial (o de las armas), y deben poner otro tipo de soluciones, como la consecución de la igualdad para la comunidad musulmana, la integración, la cohesión, etc. Es necesario que encuentren un equilibrio entre esas medidas y medidas de otro tipo, destinadas a promover la igualdad y la integración de la comunidad musulmana en la sociedad. Se ha de tratar esta radicalización con un planteamiento más amplio, que no suponga que se esté penalizando o estigmatizando a la comunidad musulmana.

A este respecto, y a largo plazo, la forma de atajar la radicalización es desarrollar una estructura con la comunidad musulmana que permita a ésta participar plenamente en la sociedad. Para ello es necesario desarrollar el liderazgo en el seno de la comunidad musulmana, de modo que los líderes musulmanes puedan promover una imagen del Islam y de los musulmanes que viven en Europa más acorde con la Europa intercultural y moderna del siglo XXI.

Un segundo punto es la cuestión de la desigualdad y la islamofobia, que se manifiesta no sólo como violencia contra la comunidad musulmana, sino también como discriminación directa o indirecta contra los miembros de la misma. Es necesario luchar asimismo contra la discriminación institucional y los prejuicios, tanto en los discursos políticos como en los medios de comunicación.

Una tercera cuestión que requiere estudio es la relativa al concepto de ciudadanía. Una ciudadanía que hasta la actualidad ha estado directamente relacionada a la pertenencia por nacimiento u origen a un territorio, y que –a nuestro juicio- debe y tiene que reformularse desde el plano de la interculturalidad. Sobre esta base, se ha afirmado que ciudadano es toda aquella persona que vive en un determinado territorio, que trabaja en él, que establece redes y lazos de comunicación y que acepta los valores comunes de convivencia.

Una cuarta área que requiere estudio y desarrollo más en profundidad es la idea de integración. Cuando hablamos de integración, hoy en día, se tiende a pensar en asimilación, y por tanto circulación de un solo sentido: comunidades minoritarias que llegan a Europa y han de adaptarse a la comunidad y la cultura mayoritarias y dominantes. Se debe permitir que esto suceda con un proceso de integración de doble sentido, en el que todos los grupos de la sociedad se muevan el uno hacia el otro para crear una nueva identidad que sea patrimonio de todos y con la que todos se sienten identificados.

Un último punto digno de atención es la idea de cohesión: es necesario conseguir que las personas dejen de evolucionar en paralelo y comiencen a interactuar entre sí cada vez con mayor naturalidad.

La principal conclusión para la comunidad musulmana y las organizaciones musulmanas es la necesidad de trabajar en estrecha colaboración con los Gobiernos. Es ésta una labor que la comunidad musulmana no puede llevar a cabo sola y que requiere que se aborden tres cuestiones:
1) La primera, ¿cómo conseguir que la comunidad avance? Y esto no es un proyecto limitado a la comunidad musulmana, sino de toda la sociedad, y por lo mismo necesita ayuda de los Gobiernos y de la sociedad europea en general.
2) La segunda, es necesario que la comunidad musulmana trabaje en estrecha colaboración con los organismos gubernamentales, especialmente con las fuerzas del orden, para que éstos moderen su proceder. Se trata de evitar otras medidas de mayor dureza y más extremas, las cuales a su vez alientan la radicalización de algunos sectores de la comunidad musulmana, especialmente entre los jóvenes musulmanes. Las organizaciones de comunidades musulmanas pueden ayudar además a las fuerzas de seguridad del Estado a entender el trasfondo de la comunidad musulmana y cómo éste podría evolucionar, dotándolos de mejores herramientas para aislar, enfrentarse y atajar las tendencias que podrían llevar a este tipo de atrocidades.
3) La tercera cuestión tiene que ver con la lucha contra las reacciones violentas contra musulmanes. Aquí se hace necesario un debate mucho más amplio, con todos los interlocutores de la sociedad. La comunidad musulmana debe organizarse mejor y establecer líneas de ayuda para asistir a las víctimas inmediatas de estas reacciones violentas. Además, debe encontrar las formas y los medios para contrarrestar un discurso político y mediático negativo. Para ello resulta necesario dotar a las comunidades musulmanas de suficientes recursos e infraestructuras.


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